Introducción al libro Eduardo Cohen.

En los últimos meses de su vida, entre 1994-95, en los momentos de calma que le permite la enfermedad, Eduardo Cohen hace del óleo una manera de recobrar sus ánimos de vivir; en Cohen la pintura es una intensidad, un arrojo que se permite. De pronto pierde la vista, luego la recupera y toma los pinceles para concretar un trabajo sin par en donde hay que robarle unos minutos más a la existencia. Vistos esos cuadros después de los hechos dolorosos que les sucedieron, lo que queda es una manifestación de agitaciones, de persistencias y de dolor. Cohen se afirmaba en esa negatividad, esa rebeldía que lo hicieron uno de los grandes artistas de este siglo XX mexicano y uno de los mayores dibujantes de este continente del que tanto descreía Borges.

Andrés de Luna. Introducción al libro Eduardo Cohen. Los propósitos de la mirada 1939-1995, p.56, UNAM, México, 1997.

EDUARDO COHEN – LOS PROPÓSITOS DE LA MIRADA

Cohen fue un artífice del dibujo, un hombre preocupado por la realidad inmediata, pero sobre todo por el entendimiento de las cosas. Su vocación autodidacta lo llevó por muchos caminos, desde la lectura intensiva, apasionada y placentera de los autores de la literatura y la filosofía, hasta la de los teóricos de muchas otras disciplinas, incluso de aquellos textos de orden religioso que le inquietaban y le daban una serie de anotaciones en el plano moral…Cohen, como ocurre con muchos librepensadores, alcanzó la hondura religiosa, las entrañas de una fe judaica que está en muchas de sus últimas obras, en donde lo único que hizo fue admitir las lecciones éticas, morales y filosóficas de los textos sacros. Andrés de Luna. Eduardo Cohen. 1939-1995. Los propósitos de la mirada, p.22.  UNAM, México, 1997

DIBUJOS

Imposible pasar de largo frente a la colección de dibujos de Eduardo Cohen. El pintor que ha sabido sacudirme con un arte maduro, cargado de intenciones y problemas de todos los tiempos, se despoja de atuendos escenográficos, y juega en grupos o sola, con la figura humana desnuda. Su dibujo es puntual, incisivo. Los cuerpos se alejan, se acercan, se mezclan, y Cohen los sigue y los refleja en el espacio, sin deformarlos, sino dándonos sus escorzos, de acuerdo con las constantes de la perspectiva. Crea acción de un modo espontáneo, como efecto natural de ese desnudo.

Jorge J. Crespo de la Serna, en periódico Novedades, 27 de febrero de 1975. México

El silencio del sabio y el silencio del ignorante «

En ciertos momentos, el silencio del sabio y el silencio del ignorante «suenan» igual y suelen confundirse, pero tienen significados muy distintos. La renuncia del sabio a evidenciar su saber en cada frase que enuncia se asemeja a la del buen pintor que selecciona entre sus recursos sólo aquellos que requiere para decir los más directamente posible lo que tiene que decir en ese momento. Por su parte, tanto el ignorante como el pintor sin recursos que intentan impresionar y que no tienen a qué renunciar, hacen la comedia del renunciamiento. Sin embargo, para un ojo educado, esas trampas no pasan inadvertidas y hasta en un simple garabato es posible distinguir si lo que hay detrás es alguien sensible y conocedor del oficio o lo contrario.

Eduardo Cohen. Hacia un arte existencial. Reflexiones de un pintor expresionista. p. 57. UNAM, México, 1993.

EDUARDO COHEN Y EL SENTIDO DEL HUMOR

Eduardo Cohen fue un artista que se distinguió no sólo por la maestría de su dibujo y su línea expresionista, sino también como alguien poseedor de un extraordinario sentido del humor con una actitud anti-solemne y llena de ironía. No se tomaba en serio, por lo que la autocrítica y la capacidad de reírse de sí mismo formaron parte de su naturaleza. Una anécdota: cuando en una ocasión entraron ladrones a robar su casa y se llevaron los aparatos eléctricos y otros enseres domésticos, pero no sus cuadros, dijo respecto a esto último que tenía dos hipótesis, o los ladrones no sabían nada de arte, o sabían mucho de arte.

EL HUMOR

Más que a cualquier otra cosa, el poder es sensible a la crítica irónica o mordaz, es decir, a aquella que se niega a aceptar la seriedad -y con ello la legalidad- de sus argumentos.

El poder es, generalmente, solemne. El humor, que todo lo corroe, no hace excepción con el poder, tiende a relativizar todo orden. Hay algo inherentemente cómico en el poder, así como hay algo inherentemente subversivo en la comicidad. Lo solemne se transforma en grotesco ante la ironía. De ahí que los poderosos antagonicen menos con aquellos adversarios que los critican sin dejar de respetar las reglas el juego, que con los «aguafiestas», o sea, aquellos otros que utilizan el humor: un arma para la que ellos no poseen un antídoto racional.

Eduardo Cohen. Hacia un arte existencial. Reflexiones de un pintor expresionista, p.81. UNAM, México, 1993.

Para hacer una obra

Para hacer una obra honesta no existen recetas. A veces es difícil distinguir un vicio de un rasgo individual. Hay quienes confunden un tic con el estilo, y suponen que lo personal se construye con redundancias; que basta con repetir indefinidamente un tema o una imagen para que la obra se singularice. El estilo personal no es nada de eso, no se manifiesta en lo fijo y estereotipado sino a través del cambio. Alguien que se repite todo el tiempo no es alguien que posee un estilo formado sino alguien que ha aprendido a copiarse a sí mismo. La mayor prueba de insinceridad es la de  hacer en dos momentos diferentes el mismo cuadro. Una pintura refleja lo que fuimos pero ya no podemos ser. Una obra terminada es un pedazo de nosotros que nos hemos arrancado pero que ya no nos pertenece y que es ridículo volver a recoger.

Eduardo Cohen. Hacia un arte existencial. Reflexiones de un pintor expresionista, p. 56, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1993. 

Óleo 48

Reflexiones de un pintor expresionista

Lo que hace que el arte sea algo más que un producto de las circunstancias sociales es el componente de la obra no programado deliberadamente. Todo artista se expresa siempre en dos niveles: uno, el de la conciencia; en este nivel su ubicación social, su formación académica, tanto como su ideología influyen en los resultados. Sin embargo, en un segundo nivel, el de la inconsciencia, actúan un conjunto de impulsos cuya matriz es un deseo arcaico remotamente localizable.

Las más inexplicables intuiciones del genio y del poeta nada se aclaran a través de los esquemas explicativos de la sociología y aun de la misma psicología, pues aquéllas son precisamente lo impredecible.

Eduardo Cohen. Hacia un arte existencial. Reflexiones de un pintor expresionista, p. 153. Universidad Nacional Autónoma de México, 1993

Acuarela y pastel 3

Hacia un arte existencial.

Amar las cosas es discriminar entre objetos; decir sí a unas y no a otras. Ante la imposibilidad de amar a todos los hombres he de elegir a unos cuantos; ante la imposibilidad de amar todas las cosas elijo unas pocas. Amar las cosas se traduce en conocerlas, conocerlas en sentido bíblico significa poseerlas. Por supuesto no se trata de ser «propietario», sino de ser poseído. Poseer y ser poseído son aquí la misma cosa. Cuando digo que poseo el recuerdo de una frase de Borges, lo que estoy diciendo al mismo tiempo, es que la frase de Borges me posee a mí. Cuando miro un objeto distraídamente no lo poseo; éste pasa a ser mío sólo cuando soy capaz de encontrar en él lo que nadie sino yo puede descubrir: el vínculo que se encuentra debajo de una apariencia de banalidad…

Eduardo Cohen. Hacia un arte existencial. Reflexiones de un pintor expresionista, p. 171, UNAM, México, 1993.

Hacia un arte existencial. Reflexiones de un pinto

La risa circula en nuestro organismo como un flujo vital, y si éste se detiene queda paralizado nuestro apetito por la vida. Sólo nuestra risa nos puede reconciliar con el eventual drama de nuestras vidas. Pero para reír es necesario poner bajo la perspectiva de lo infinito la ridícula finitud de nuestras cuitas. Bajo esta luz, aun la muerte puede aparecer quizás menos lúgubre y trágica. Lo cierto es que nadie que aún ría puede jamás causar lástima…poder ver en las cosas su lado cómico es dar a nuestra mirada un sentido creativo. La lectura irónica de los objetos puede resultar una de las más sugestivas y reveladoras.

Eduardo Cohen.

Hacia un arte existencial. Reflexiones de un pintor expresionista, p. 84, UNAM, México, 1993.