EL HUMOR

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Más que a cualquier otra cosa, el poder es sensible a la crítica irónica o mordaz, es decir, a aquella que se niega a aceptar la seriedad -y con ello la legalidad- de sus argumentos.

El poder es, generalmente, solemne. El humor, que todo lo corroe, no hace excepción con el poder, tiende a relativizar todo orden. Hay algo inherentemente cómico en el poder, así como hay algo inherentemente subversivo en la comicidad. Lo solemne se transforma en grotesco ante la ironía. De ahí que los poderosos antagonicen menos con aquellos adversarios que los critican sin dejar de respetar las reglas el juego, que con los «aguafiestas», o sea, aquellos otros que utilizan el humor: un arma para la que ellos no poseen un antídoto racional.

Eduardo Cohen. Hacia un arte existencial. Reflexiones de un pintor expresionista, p.81. UNAM, México, 1993.