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Los propósitos de la mirada

Lo interesante en Eduardo Cohen es que llega a la risa por medio de la
ironía; él detesta la broma superficial, la bobería televisiva o
cinematográfica; lo que él integra a sus creaciones es la modernidad de esa
altísima forma de conciencia que es la actitud irónica.
Eduardo Cohen fue un ironista finísimo, con su lápiz o sus plumillas era
capaz de sumergirse en la tontería mundana y sacar, como lo hacen los
buzos, los restos del naufragio. Sus personajes están instalados en el
descrédito del humor, en la risa sardónica que nos devuelve una realidad
cruel. Cohen lejos de refocilarse con la vacuidad del mundo, se muestra
dolido por ella. Lo que hace es mostrarla para que la combatamos, para que
sepamos que existe…

Andrés de Luna. Los propósitos de la mirada. UNAM, p. 26, 1997.

LA REALIDAD- UN CONSTRUCTO

En situaciones no catastróficas y de calma relativa, la realidad es un
constructo discursivo; esto quiere decir que los datos «objetivos» que
proporciona la realidad pueden ser seleccionados y acomodados de infinitas
formas subjetivas. Se puede, por ejemplo, hacer el diagnóstico pesimista de
una sociedad a partir de la nota roja de los periódicos, o un diagnóstico
optimista a partir de la sección de sociales. También se puede deducir la
realidad social de la programación de los canales televisivos, de los
noticieros oficiales, de las declaraciones de los políticos o de las cifras de
los economistas. Algunos podrán sacar conclusiones acerca del tipo de
sociedad en que viven en respuesta a haber sido injustamente agredidos por
un gendarme o, simplemente, por un estado de mal humor.


Si la «realidad» existe, ciertamente no es posible captarla como un todo. Al
común de la gente no le queda más remedio que construirse una realidad a
la medida de sus experiencias (y neurosis) particulares. A un paranoico no
le costará ningún esfuerzo fundamentar sus temores: la realidad da para eso
y mucho más; pero también es cierto que es aún posible para muchos,
aunque no para todos, censurar en sus conciencias las monstruosidades
cotidianas…siempre y cuando sucedan en la piel de los otros.


Eduardo Cohen. Hacia un arte existencial. Reflexiones de un pintor
expresionista, p.126. UNAM, México, 1993.

¿Cómo podemos transgredir las reglas si partimos de una veneración reverente a la ley, a la tradición?

No se puede ser un buen artista si antes no se pierde el respeto al arte con
mayúsculas. ¿Cómo podemos transgredir las reglas si partimos de una
veneración reverente a la ley, a la tradición? Debemos pues, establecer una
confianzuda relación con la historia del arte -nada de monstruos sagrados-
así como con los materiales, el código formal y el contenido anecdótico.
Sólo así se puede aportar un mínimo de originalidad.
Eduardo Cohen. Hacia un arte existencial. Reflexiones de un pintor
expresionista. p.82, México, UNAM, 1993.

Pastel 36

Reflexiones de un pintor expresionista,

Cada uno de nosotros recoge de las cosas lo que nos permite ser lo que
somos, pero también lo que vemos en las cosas depende de lo que somos.
Cuando conocemos a alguien o algo no sólo añadimos un nuevo saber
sobre el mundo, sino sobre todo, descubrimos una parte desconocida de
nosotros mismos. Cada nueva relación nos recrea y pone al descubierto
parte de lo que somos para bien y para mal.
De hecho, amamos a quien nos permite ser del modo en que más nos
gustamos, y odiamos a aquel que hace emerger, de lo que somos, la peor
parte, aquella que preferiríamos se mantuviera en las sombras.

Eduardo Cohen. Hacia un arte existencial. Reflexiones de un pintor
expresionista, p.88. Ed. Universidad Nacional Autónoma de México, 1993.

Introducción al libro Eduardo Cohen.

En los últimos meses de su vida, entre 1994-95, en los momentos de calma que le permite la enfermedad, Eduardo Cohen hace del óleo una manera de recobrar sus ánimos de vivir; en Cohen la pintura es una intensidad, un arrojo que se permite. De pronto pierde la vista, luego la recupera y toma los pinceles para concretar un trabajo sin par en donde hay que robarle unos minutos más a la existencia. Vistos esos cuadros después de los hechos dolorosos que les sucedieron, lo que queda es una manifestación de agitaciones, de persistencias y de dolor. Cohen se afirmaba en esa negatividad, esa rebeldía que lo hicieron uno de los grandes artistas de este siglo XX mexicano y uno de los mayores dibujantes de este continente del que tanto descreía Borges.

Andrés de Luna. Introducción al libro Eduardo Cohen. Los propósitos de la mirada 1939-1995, p.56, UNAM, México, 1997.

EDUARDO COHEN – LOS PROPÓSITOS DE LA MIRADA

Cohen fue un artífice del dibujo, un hombre preocupado por la realidad inmediata, pero sobre todo por el entendimiento de las cosas. Su vocación autodidacta lo llevó por muchos caminos, desde la lectura intensiva, apasionada y placentera de los autores de la literatura y la filosofía, hasta la de los teóricos de muchas otras disciplinas, incluso de aquellos textos de orden religioso que le inquietaban y le daban una serie de anotaciones en el plano moral…Cohen, como ocurre con muchos librepensadores, alcanzó la hondura religiosa, las entrañas de una fe judaica que está en muchas de sus últimas obras, en donde lo único que hizo fue admitir las lecciones éticas, morales y filosóficas de los textos sacros. Andrés de Luna. Eduardo Cohen. 1939-1995. Los propósitos de la mirada, p.22.  UNAM, México, 1997

DIBUJOS

Imposible pasar de largo frente a la colección de dibujos de Eduardo Cohen. El pintor que ha sabido sacudirme con un arte maduro, cargado de intenciones y problemas de todos los tiempos, se despoja de atuendos escenográficos, y juega en grupos o sola, con la figura humana desnuda. Su dibujo es puntual, incisivo. Los cuerpos se alejan, se acercan, se mezclan, y Cohen los sigue y los refleja en el espacio, sin deformarlos, sino dándonos sus escorzos, de acuerdo con las constantes de la perspectiva. Crea acción de un modo espontáneo, como efecto natural de ese desnudo.

Jorge J. Crespo de la Serna, en periódico Novedades, 27 de febrero de 1975. México

EDUARDO COHEN Y EL SENTIDO DEL HUMOR

Eduardo Cohen fue un artista que se distinguió no sólo por la maestría de su dibujo y su línea expresionista, sino también como alguien poseedor de un extraordinario sentido del humor con una actitud anti-solemne y llena de ironía. No se tomaba en serio, por lo que la autocrítica y la capacidad de reírse de sí mismo formaron parte de su naturaleza. Una anécdota: cuando en una ocasión entraron ladrones a robar su casa y se llevaron los aparatos eléctricos y otros enseres domésticos, pero no sus cuadros, dijo respecto a esto último que tenía dos hipótesis, o los ladrones no sabían nada de arte, o sabían mucho de arte.

EL HUMOR

Más que a cualquier otra cosa, el poder es sensible a la crítica irónica o mordaz, es decir, a aquella que se niega a aceptar la seriedad -y con ello la legalidad- de sus argumentos.

El poder es, generalmente, solemne. El humor, que todo lo corroe, no hace excepción con el poder, tiende a relativizar todo orden. Hay algo inherentemente cómico en el poder, así como hay algo inherentemente subversivo en la comicidad. Lo solemne se transforma en grotesco ante la ironía. De ahí que los poderosos antagonicen menos con aquellos adversarios que los critican sin dejar de respetar las reglas el juego, que con los «aguafiestas», o sea, aquellos otros que utilizan el humor: un arma para la que ellos no poseen un antídoto racional.

Eduardo Cohen. Hacia un arte existencial. Reflexiones de un pintor expresionista, p.81. UNAM, México, 1993.

Para hacer una obra

Para hacer una obra honesta no existen recetas. A veces es difícil distinguir un vicio de un rasgo individual. Hay quienes confunden un tic con el estilo, y suponen que lo personal se construye con redundancias; que basta con repetir indefinidamente un tema o una imagen para que la obra se singularice. El estilo personal no es nada de eso, no se manifiesta en lo fijo y estereotipado sino a través del cambio. Alguien que se repite todo el tiempo no es alguien que posee un estilo formado sino alguien que ha aprendido a copiarse a sí mismo. La mayor prueba de insinceridad es la de  hacer en dos momentos diferentes el mismo cuadro. Una pintura refleja lo que fuimos pero ya no podemos ser. Una obra terminada es un pedazo de nosotros que nos hemos arrancado pero que ya no nos pertenece y que es ridículo volver a recoger.

Eduardo Cohen. Hacia un arte existencial. Reflexiones de un pintor expresionista, p. 56, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1993.