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Humor teñido

Eduardo Cohen tenía un sentido del humor teñido siempre de crítica mordaz e ironía.

Por ejemplo, sabía de las envidias entre colegas de un mismo oficio incluida la creación artística, por lo que no perdía la oportunidad de hacer evidente ese sentimiento.

Fue así como en un catálogo de una de sus exposiciones donde él mismo escribió el texto que lo acompañaba, una de sus frases fue: “No me interesa tanto triunfar como artista, como ver a los otros fracasar”.

Una buena carcajada del quien leía esto, era su gran satisfacción.


Esther Shabot, viuda de Eduardo.

Descanse en paz de Moisés Cohen

En esta ocasión este blog no se referirá al artista Eduardo Cohen. Su hijo
mayor, Moisés, conocido familiarmente como Moy, falleció hace tres
meses a los 59 años de edad debido a una larga enfermedad neurológica.
Por tanto, estas líneas estarán dedicadas a recordar la lealtad de Moy a la
memoria de su padre, manifestada en su comportamiento regido por los
valores de honestidad y amor a la cultura, lo mismo que por un acendrado
respeto hacia sus semejantes, valores que sin duda caracterizaron a
Eduardo.


Moy fue quien emprendió el proyecto de fotografiar y organizar el legado
pictórico de su padre en un afán, como él lo llegó a expresar, de retribuirle
lo mucho que le dio en vida. Psicólogo de profesión, lector incansable de
buena literatura, interesado en la ciencia e intenso gozador de la música,
fue también, sobre todo, hijo, esposo, padre, hermano y amigo ejemplar.
Moy sigue siendo una parte entrañable de las muchas vidas a las que tocó
con su empatía, humor fino, sensatez y espíritu crítico que desafiaba los
convencionalismos y brindaba a quienes le rodeaban ráfagas valiosas de
una cierta sabiduría que trascendía los lugares comunes y los simplismos
reduccionistas. Una mezcla de inteligencia privilegiada con humildad. Esa
humildad de quienes no necesitan el aplauso del mundo para afianzarse con
seguridad en la vida.


Descanse en paz el tan querido Moy.
Esther Shabot

Tinta 22

Artista

Yo, como artista, como dibujante figurativo, trato de confeccionar con mi
trabajo un mundo a todas luces falso, donde los personajes y la escenografía tienden constantemente a escapar de las reglas de la lógica y de la verdad institucional. Es decir, en mis dibujos se efectúa una especie de fuga de la realidad (o de lo que llamamos realidad). Y no es cierto que con esto pretenda alcanzar una verdad absoluta que trascienda nuestra vulgar cotidianidad. Confieso que me basta con asistir, entre curioso y asombrado, al surgimiento lento de escenas y personajes que van asomándose imprevisiblemente hasta instalarse en la superficie del papel; seres -como yo- resignados a poblar gratuitamente un mundo absurdo.
Eduardo Cohen, texto no publicado y sin fecha, encontrado en su archivo personal.

Reflexiones de un pintor expresionista

Todo conocimiento es principalmente plagio. Un argumento a favor de que
todo conocimiento es vivenciado como plagio es el incómodo sentimiento
de culpabilidad que se experimenta cuando se expresa una opinión que ha
sido tomada prestada de algún otro, pero que aún no ha sido interiorizada.
El tiempo que tarda uno en «olvidar» la fuente puede variar, pero
finalmente, una vez consumado el olvido, el conocimiento pasa a
convertirse en parte de nuestro repertorio personal. La mala conciencia es
síntoma pues de que aún no nos hemos apropiado de ese conocimiento
particular. La diferencia así entre un conocimiento plagiado y uno propio,
es entre el ayer y el hoy. El plagio de ayer es nuestra autenticidad de hoy y
el plagio de hoy será nuestra autenticidad de mañana.

Eduardo Cohen. Hacia un arte existencial. Reflexiones de un pintor
expresionista, p. 97. Editorial Anthropos. Barcelona, España, 2004.

Eduardo Cohen y los propósitos de la mirada

En los últimos meses de su vida, entre 1994 y 1995, en los momentos de
calma que le permite la enfermedad, Eduardo Cohen hace del óleo una
manera de recobrar sus ánimos de vivir. Para él, la pintura es un arrojo que
se permite. De pronto pierde la vista, luego la recupera y toma los pinceles
para concretar un trabajo sin par en donde hay que robarle unos minutos
más a la existencia. Vistos esos cuadros lo que queda es una manifestación
de agitaciones y de dolor. Cohen se afirmaba en esa negatividad, en esa
rebeldía que lo hizo uno de los grandes artistas de este siglo XX mexicano
y uno de los mayores dibujantes de este continente del que tanto descreía
Borges.
Andrés de Luna. Eduardo Cohen. Los propósitos de la mirada. P.56,
UNAM, México, 1997.

Reflexiones de un pintor

Todo cambio sustancial en la historia del arte provoca un cambio en la
sensibilidad social. No es necesario que la gente común, que nunca va a
una galería o a un museo, conozca la obra de Picasso para ser afectada por
ésta. La imaginación plástica e iconográfica de Picasso ha penetrado, a
estas alturas, en el código visual de la cultura popular. La televisión, el
cine, los afiches, los comics y las ilustraciones de todo tipo se encuentran
contaminados por la lección revolucionaria de Picasso. Y sin tener
conciencia de este fenómeno, el gran público ha asimilado nuevas
capacidades de descodificación de imágenes sintácticamente complejas.
Eduardo Cohen. Hacia un arte existencial. Reflexiones de un pintor
expresionista, p. 135. Editorial UNAM, 1993, México.

Reflexiones de un pintor

A pesar de que nos vamos formando a partir de lo que hacemos, nuestras
potencialidades nunca se encuentran realizadas del todo. Saber esto es
importante, no para justificar la eventual pobreza de nuestros logros, sino
porque es conveniente no identificar lo que hemos podido hacer hasta el día
de hoy con lo que podríamos hacer mañana. Es decir, aparte de la suma de
nuestros actos realizados, hay aún una reserva de actos posibles. Y debe ser
esta conciencia de que lo manifestado hasta ahora, si bien define lo que
somos, no agota fatalmente lo que podemos ser. Esta conciencia impide
resignarnos a lo dado, al tiempo que nos estimula a «recrear» nuestra
identidad cotidianamente.
Eduardo Cohen. Hacia un arte existencial. Reflexiones de un pintor
expresionista. p. 26. Universidad Nacional Autónoma de México, México,
1993.

El silencio del sabio y el silencio del ignorante «

En ciertos momentos, el silencio del sabio y el silencio del ignorante «suenan» igual y suelen confundirse, pero tienen significados muy distintos. La renuncia del sabio a evidenciar su saber en cada frase que enuncia se asemeja a la del buen pintor que selecciona entre sus recursos sólo aquellos que requiere para decir los más directamente posible lo que tiene que decir en ese momento. Por su parte, tanto el ignorante como el pintor sin recursos que intentan impresionar y que no tienen a qué renunciar, hacen la comedia del renunciamiento. Sin embargo, para un ojo educado, esas trampas no pasan inadvertidas y hasta en un simple garabato es posible distinguir si lo que hay detrás es alguien sensible y conocedor del oficio o lo contrario.

Eduardo Cohen. Hacia un arte existencial. Reflexiones de un pintor expresionista. p. 57. UNAM, México, 1993.

Hacia un arte existencial. Reflexiones de un pinto

La risa circula en nuestro organismo como un flujo vital, y si éste se detiene queda paralizado nuestro apetito por la vida. Sólo nuestra risa nos puede reconciliar con el eventual drama de nuestras vidas. Pero para reír es necesario poner bajo la perspectiva de lo infinito la ridícula finitud de nuestras cuitas. Bajo esta luz, aun la muerte puede aparecer quizás menos lúgubre y trágica. Lo cierto es que nadie que aún ría puede jamás causar lástima…poder ver en las cosas su lado cómico es dar a nuestra mirada un sentido creativo. La lectura irónica de los objetos puede resultar una de las más sugestivas y reveladoras.

Eduardo Cohen.

Hacia un arte existencial. Reflexiones de un pintor expresionista, p. 84, UNAM, México, 1993.