No se puede ser un buen artista si antes no se pierde el respeto al arte con
mayúsculas. ¿Cómo podemos transgredir las reglas si partimos de una
veneración reverente a la ley, a la tradición? Debemos pues, establecer una
confianzuda relación con la historia del arte -nada de monstruos sagrados-
así como con los materiales, el código formal y el contenido anecdótico.
Sólo así se puede aportar un mínimo de originalidad.
Eduardo Cohen. Hacia un arte existencial. Reflexiones de un pintor
expresionista. p.82, México, UNAM, 1993.
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Reflexiones de un pintor expresionista,
Cada uno de nosotros recoge de las cosas lo que nos permite ser lo que
somos, pero también lo que vemos en las cosas depende de lo que somos.
Cuando conocemos a alguien o algo no sólo añadimos un nuevo saber
sobre el mundo, sino sobre todo, descubrimos una parte desconocida de
nosotros mismos. Cada nueva relación nos recrea y pone al descubierto
parte de lo que somos para bien y para mal.
De hecho, amamos a quien nos permite ser del modo en que más nos
gustamos, y odiamos a aquel que hace emerger, de lo que somos, la peor
parte, aquella que preferiríamos se mantuviera en las sombras.
Eduardo Cohen. Hacia un arte existencial. Reflexiones de un pintor
expresionista, p.88. Ed. Universidad Nacional Autónoma de México, 1993.
EDUARDO COHEN – LOS PROPÓSITOS DE LA MIRADA
Cohen fue un artífice del dibujo, un hombre preocupado por la realidad inmediata, pero sobre todo por el entendimiento de las cosas. Su vocación autodidacta lo llevó por muchos caminos, desde la lectura intensiva, apasionada y placentera de los autores de la literatura y la filosofía, hasta la de los teóricos de muchas otras disciplinas, incluso de aquellos textos de orden religioso que le inquietaban y le daban una serie de anotaciones en el plano moral…Cohen, como ocurre con muchos librepensadores, alcanzó la hondura religiosa, las entrañas de una fe judaica que está en muchas de sus últimas obras, en donde lo único que hizo fue admitir las lecciones éticas, morales y filosóficas de los textos sacros. Andrés de Luna. Eduardo Cohen. 1939-1995. Los propósitos de la mirada, p.22. UNAM, México, 1997
Hacia un arte existencial.
Amar las cosas es discriminar entre objetos; decir sí a unas y no a otras. Ante la imposibilidad de amar a todos los hombres he de elegir a unos cuantos; ante la imposibilidad de amar todas las cosas elijo unas pocas. Amar las cosas se traduce en conocerlas, conocerlas en sentido bíblico significa poseerlas. Por supuesto no se trata de ser «propietario», sino de ser poseído. Poseer y ser poseído son aquí la misma cosa. Cuando digo que poseo el recuerdo de una frase de Borges, lo que estoy diciendo al mismo tiempo, es que la frase de Borges me posee a mí. Cuando miro un objeto distraídamente no lo poseo; éste pasa a ser mío sólo cuando soy capaz de encontrar en él lo que nadie sino yo puede descubrir: el vínculo que se encuentra debajo de una apariencia de banalidad…
Eduardo Cohen. Hacia un arte existencial. Reflexiones de un pintor expresionista, p. 171, UNAM, México, 1993.
Hacia un arte existencial. Reflexiones de un pinto
La risa circula en nuestro organismo como un flujo vital, y si éste se detiene queda paralizado nuestro apetito por la vida. Sólo nuestra risa nos puede reconciliar con el eventual drama de nuestras vidas. Pero para reír es necesario poner bajo la perspectiva de lo infinito la ridícula finitud de nuestras cuitas. Bajo esta luz, aun la muerte puede aparecer quizás menos lúgubre y trágica. Lo cierto es que nadie que aún ría puede jamás causar lástima…poder ver en las cosas su lado cómico es dar a nuestra mirada un sentido creativo. La lectura irónica de los objetos puede resultar una de las más sugestivas y reveladoras.
Eduardo Cohen.
Hacia un arte existencial. Reflexiones de un pintor expresionista, p. 84, UNAM, México, 1993.
Hacia un arte existencial
Cada uno de nosotros recoge en las cosas lo que nos permite ser lo que
somos; pero también lo que vemos en las cosas depende de lo que somos.
Cuando vemos a alguien o a algo no sólo añadimos un nuevo saber sobre el
mundo, sino sobre todo, descubrimos una parte desconocida de nosotros
mismos.
Cada nueva relación nos recrea y pone al descubierto parte de lo que somos
para bien y para mal. De hecho, amamos a quien nos permite ser del modo
que más nos gustamos, y odiamos a aquel que hace emerger, de lo que
somos, la peor parte, aquella que preferiríamos se mantuviera en las
sombras.
Eduardo Cohen
Hacia un arte existencial.
Reflexiones de un pintor expresionista, p.88.
UNAM, México, 1993.
Revista Siempre, 14 de septiembre, 1995.
En el universo de su lenguaje personal dentro del dibujo, Eduardo Cohen fue un creador prolífico, apasionado, contundente, que adquirió y logró una soltura y una originalidad que sólo surgen de la necesidad interna de expresar al universo con un rostro distinto. Hay en sus dibujos la conmoción chagalliana orientada hacia el espacio onírico y el mundo erótico. Sus sueños eran un viaje por los túneles brumosos de la noche del alma, sus dibujos poseían esa conciencia de la voluntad estética que no persigue ninguna finalidad fuera de sus propios elementos.
El arte, la vida y el pensamiento de Eduardo Cohen merecen ser conocidos, estudiados y valorados ahora que su temprana desaparición física nos separa de uno de los pocos pintores expresionistas mexicanos profundos.
Roberto Vallarino
Catálogo de la exposición itinerante La familia del hombre, INBA, 1985.
En las figuras de Cohen también está el reposo del café o la comida que se engulle con voracidad insospechada. Los sentidos están prestos a entrar en acción sin temores de ninguna índole. Cohen les suelta las amarras aunque los tenga en cautiverio, porque bien sabe el artista que el Paraíso y la Caja de Pandora tienen un domicilio común. Nadie huye porque todos son espectadores asombrados ante la capacidad de Cohen por darles existencia y placeres dentro de una economía de recursos estéticos. A algunos les eliminó la carga de las sombras, a otros los dejó instalados en la lujuria y, a unos más, en la vejez del tiempo acumulado. ¿Qué queda entonces? Observar y extraer los detalles de una iconografía destilada a lo largo de muchos años de dibujo e imaginación. Ese es el logro de Cohen.
Andrés de Luna
LAS LÍNEAS DE EDUARDO COHEN
NOÉ JITRIK, 1991
Recato es una palabra que conviene a la figura -digo figura y no sólo persona- de Eduardo Cohen. O quizá más bien delicadeza. O las dos juntas. Me imagino que ambas son como calles paralelas que al mismo tiempo se cruzan y que producen, en el punto en que se tocan, un efecto de máscara, sin que eso quiera decir que haya habido un ocultamiento o un deseo de hacerlo.
Quiero decir que recato y delicadeza, cualidades que son al mismo tiempo líneas, de conducta o de sentido, constituyen el esquema central de su trazo de artista, en el cual las líneas físicas que cualquiera puede ver, poseen ese mismo carácter, son recatadas y delicadas pero no en sí, como si meramente adhirieran o pertenecieran a un estilo personal, sino que están al servicio de algo tumultuoso, anterior, que el efecto que produce su cruce intenta siempre amortiguar.
Mi sentir sobre Cohen
En el universo de su lenguaje personal dentro del dibujo, Cohen fue un creador prolífico, apasionado, contundente, que adquirió y logró una soltura y una originalidad que sólo surgen de la necesidad interna de expresar al universo con un rostro distinto. Hay en sus dibujos la conmoción chagalliana orientada hacia el universo onírico y el mundo erótico. Sus sueños eran un viaje a los túneles brumosos de la noche del alma, sus dibujos poseían esa conciencia de la voluntad estética que no persigue ninguna finalidad fuera de sus propios elementos…
El arte, la vida y el pensamiento de Eduardo Cohen merecen ser conocidos, estudiados y valorados ahora que su temprana desaparición física nos separa de uno de los pocos pintores expresionistas mexicanos profundos.
Roberto Vallarino
Revista Siempre
México, 14 de septiembre, 1995