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Eduardo Cohen y los propósitos de la mirada

En los últimos meses de su vida, entre 1994 y 1995, en los momentos de
calma que le permite la enfermedad, Eduardo Cohen hace del óleo una
manera de recobrar sus ánimos de vivir. Para él, la pintura es un arrojo que
se permite. De pronto pierde la vista, luego la recupera y toma los pinceles
para concretar un trabajo sin par en donde hay que robarle unos minutos
más a la existencia. Vistos esos cuadros lo que queda es una manifestación
de agitaciones y de dolor. Cohen se afirmaba en esa negatividad, en esa
rebeldía que lo hizo uno de los grandes artistas de este siglo XX mexicano
y uno de los mayores dibujantes de este continente del que tanto descreía
Borges.
Andrés de Luna. Eduardo Cohen. Los propósitos de la mirada. P.56,
UNAM, México, 1997.
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LA IRRACIONALIDAD DE ARTE

La «irracionalidad» del arte es como la del sueño: una racionalidad sui
generis. Tanto el sueño como el arte operan con múltiples niveles de
significación porque no nacen de determinaciones sociales puras, sino que
interviene en ellos un sujeto siempre singular en su biografía a pesar de
insertarse en una cultura homogeneizada por poderosos medios de
comunicación. Esta unicidad de cada sujeto deriva tanto de factores
genéticos como existenciales irrepetibles. Lo que hace que el arte sea algo
más que un producto de las circunstancias sociales y la cultura circundante
es el componente de la obra no programado deliberadamente, sino producto
de esa unicidad, consciente e inconsciente, del sujeto creador.
Eduardo Cohen, charlas con alumnos, 1992.

«La alegría del
portero contra el penalty»

Ahora que todavía flota en el ambiente la euforia futbolística por el
Mundial de Qatar, emerge el recuerdo de la gran afición que Eduardo
Cohen tenía por ese deporte. Desde muy niño, a los 12 años, uno de los
primeros trabajos que emprendió a manera de divertimento, fue una serie
de cómics bajo el título de «Con amor al deporte». Las ilustraciones fueron
magistrales para un niño de esa edad y los textos que acompañaban la
historia reflejaban el entusiasmo del autor por las contiendas de futbol.
A lo largo de su vida combinó su prolífica producción artística con la
práctica del futbol y el seguimiento de los torneos nacionales e
internacionales. Uno de sus óleos memorables lo tituló «La alegría del
portero contra el penalty», obra que regaló con motivo de su boda a un
querido sobrino que era además el portero oficial en el equipo en el que
Eduardo jugaba en aquel entonces.

Eduardo Cohen (Perspectiva de Esther – Esposa)

Eduardo Cohen fue mi marido durante 31 años, por lo que fui testigo de su
desarrollo artístico más productivo e intenso. Disciplinado y voraz lector,
compensó su falta de educación formal en los círculos académicos
tradicionales, con una curiosidad insaciable que lo hizo acercarse a un
sinnúmero de disciplinas, más allá del campo de la estética.
Llegó a tener una visión tan amplia del quehacer humano, que conjuró los
clichés más socorridos y se atrevió a poner en duda las certezas más
petrificadas por el establishment social de su tiempo. De ello dan fe sus
escritos, en los que manifestó su rechazo a las fórmulas solemnes y su uso
del humor autocrítico y ácido para desarmar los lugares comunes y la
autocomplacencia que privaba en ciertos círculos privilegiados.
Generoso con sus alumnos y genuinamente amoroso con sus seres
queridos, enseñó con el ejemplo. Nunca estuvo dispuesto a transigir para
ser aceptado, por lo que su obra fue desafiante, provocadora, nunca
dispuesta a la cursilería ni mucho menos a las exigencias de los snobismos
diversos que florecieron en su tiempo.
Esther Shabot, julio, 2022.

Reflexiones de un pintor

Todo cambio sustancial en la historia del arte provoca un cambio en la
sensibilidad social. No es necesario que la gente común, que nunca va a
una galería o a un museo, conozca la obra de Picasso para ser afectada por
ésta. La imaginación plástica e iconográfica de Picasso ha penetrado, a
estas alturas, en el código visual de la cultura popular. La televisión, el
cine, los afiches, los comics y las ilustraciones de todo tipo se encuentran
contaminados por la lección revolucionaria de Picasso. Y sin tener
conciencia de este fenómeno, el gran público ha asimilado nuevas
capacidades de descodificación de imágenes sintácticamente complejas.
Eduardo Cohen. Hacia un arte existencial. Reflexiones de un pintor
expresionista, p. 135. Editorial UNAM, 1993, México.

Reflexiones de un pintor

A pesar de que nos vamos formando a partir de lo que hacemos, nuestras
potencialidades nunca se encuentran realizadas del todo. Saber esto es
importante, no para justificar la eventual pobreza de nuestros logros, sino
porque es conveniente no identificar lo que hemos podido hacer hasta el día
de hoy con lo que podríamos hacer mañana. Es decir, aparte de la suma de
nuestros actos realizados, hay aún una reserva de actos posibles. Y debe ser
esta conciencia de que lo manifestado hasta ahora, si bien define lo que
somos, no agota fatalmente lo que podemos ser. Esta conciencia impide
resignarnos a lo dado, al tiempo que nos estimula a «recrear» nuestra
identidad cotidianamente.
Eduardo Cohen. Hacia un arte existencial. Reflexiones de un pintor
expresionista. p. 26. Universidad Nacional Autónoma de México, México,
1993.

Los propósitos de la mirada

Lo interesante en Eduardo Cohen es que llega a la risa por medio de la
ironía; él detesta la broma superficial, la bobería televisiva o
cinematográfica; lo que él integra a sus creaciones es la modernidad de esa
altísima forma de conciencia que es la actitud irónica.
Eduardo Cohen fue un ironista finísimo, con su lápiz o sus plumillas era
capaz de sumergirse en la tontería mundana y sacar, como lo hacen los
buzos, los restos del naufragio. Sus personajes están instalados en el
descrédito del humor, en la risa sardónica que nos devuelve una realidad
cruel. Cohen lejos de refocilarse con la vacuidad del mundo, se muestra
dolido por ella. Lo que hace es mostrarla para que la combatamos, para que
sepamos que existe…

Andrés de Luna. Los propósitos de la mirada. UNAM, p. 26, 1997.

LA REALIDAD- UN CONSTRUCTO

En situaciones no catastróficas y de calma relativa, la realidad es un
constructo discursivo; esto quiere decir que los datos «objetivos» que
proporciona la realidad pueden ser seleccionados y acomodados de infinitas
formas subjetivas. Se puede, por ejemplo, hacer el diagnóstico pesimista de
una sociedad a partir de la nota roja de los periódicos, o un diagnóstico
optimista a partir de la sección de sociales. También se puede deducir la
realidad social de la programación de los canales televisivos, de los
noticieros oficiales, de las declaraciones de los políticos o de las cifras de
los economistas. Algunos podrán sacar conclusiones acerca del tipo de
sociedad en que viven en respuesta a haber sido injustamente agredidos por
un gendarme o, simplemente, por un estado de mal humor.


Si la «realidad» existe, ciertamente no es posible captarla como un todo. Al
común de la gente no le queda más remedio que construirse una realidad a
la medida de sus experiencias (y neurosis) particulares. A un paranoico no
le costará ningún esfuerzo fundamentar sus temores: la realidad da para eso
y mucho más; pero también es cierto que es aún posible para muchos,
aunque no para todos, censurar en sus conciencias las monstruosidades
cotidianas…siempre y cuando sucedan en la piel de los otros.


Eduardo Cohen. Hacia un arte existencial. Reflexiones de un pintor
expresionista, p.126. UNAM, México, 1993.

¿Cómo podemos transgredir las reglas si partimos de una veneración reverente a la ley, a la tradición?

No se puede ser un buen artista si antes no se pierde el respeto al arte con
mayúsculas. ¿Cómo podemos transgredir las reglas si partimos de una
veneración reverente a la ley, a la tradición? Debemos pues, establecer una
confianzuda relación con la historia del arte -nada de monstruos sagrados-
así como con los materiales, el código formal y el contenido anecdótico.
Sólo así se puede aportar un mínimo de originalidad.
Eduardo Cohen. Hacia un arte existencial. Reflexiones de un pintor
expresionista. p.82, México, UNAM, 1993.

Pastel 36

Reflexiones de un pintor expresionista,

Cada uno de nosotros recoge de las cosas lo que nos permite ser lo que
somos, pero también lo que vemos en las cosas depende de lo que somos.
Cuando conocemos a alguien o algo no sólo añadimos un nuevo saber
sobre el mundo, sino sobre todo, descubrimos una parte desconocida de
nosotros mismos. Cada nueva relación nos recrea y pone al descubierto
parte de lo que somos para bien y para mal.
De hecho, amamos a quien nos permite ser del modo en que más nos
gustamos, y odiamos a aquel que hace emerger, de lo que somos, la peor
parte, aquella que preferiríamos se mantuviera en las sombras.

Eduardo Cohen. Hacia un arte existencial. Reflexiones de un pintor
expresionista, p.88. Ed. Universidad Nacional Autónoma de México, 1993.